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jueves, 16 de febrero de 2012

¿Por qué sufrimos?

Las leyes de la naturaleza, nuestro lugar en el mundo y nuestro comportamiento han sido estudiados por científicos y filósofos durante miles de años.
Además de las suposiciones lógicas, la ciencia utiliza información e investigaciones cuantificables. Pero nuestros científicos e investigadores han descubierto que cuanto más avanzan en sus estudios, más oscuro y confuso se muestra el mundo.
El progreso que la ciencia ha aportado a nuestro mundo es incuestionable, pero limitado. El mundo interior del hombre, su alma, su comportamiento y sus fuentes de motivación no pueden medirse con las herramientas de los científicos. El hombre, el constituyente más numeroso de la creación, sigue sin tener conocimiento del papel que juega en el universo.
El hombre siempre ha buscado respuestas a las preguntas básicas sobre la vida: ¿quién soy?, ¿qué objetivo tiene mi vida aquí?, ¿por qué existe el mundo?, ¿seguiremos existiendo después de que nuestro cuerpo físico complete su tarea?
En este mundo de presiones constantes, algunos encuentran satisfacción pasajera en las técnicas orientales, en métodos de relajación o minimizando sus deseos y expectativas personales para reducir su sufrimiento. Algunas formas de meditación, nutrición y ejercicio físico y mental tranquilizan los instintos naturales del hombre y le permiten encontrarse más cómodo en su estado físico. Estos procesos le enseñan a reducir sus expectativas, pero le ponenen conflicto con sus verdaderos deseos.
Nuestra experiencia de vida nos demuestra que tenemos ilimitados deseos, pero nuestros recursos para satisfacerlos son limitados. Esta es la razón por la que es imposible evitar por completo el sufrimiento. Cuando conseguimos el objetivo por el que hemos estado luchando, inmediatamente empezamos a sentir otro placer insatisfecho. Esto impide al hombre disfrutar de otros logros y su sufrimiento se renueva.
Retrospectivamente, el hombre se da cuenta de que ha pasado la mayor parte de su tiempo esforzándose en
conseguir objetivos que le han aportado muy poco placer aparte del éxito en sí mismo. Esto solamente será solucionado por cada quien, cuando en forma individual aprendamos a percibir el mundo superior o espiritual y conseguir control sobre nuestras vidas. Para esto hay muchos caminos, toca a cada uno de nosotros ejercer nuestro libre albedrio y decidir cuándo y cómo hacerlo.

miércoles, 18 de enero de 2012

El Sexo, según los Maestros ascendidos


El hombre debe aprender y debe captar profundamente el hecho de que el principal propósito del sexo no es la satisfacción de los apetitos, sino proporcionar los cuerpos físicos mediante los cuales la vida puede expresarse. Tiene que comprender la naturaleza del simbolismo que está detrás de la relación sexual, y por ese medio captar el alcance de las realidades espirituales. La Ley del Sexo es la ley de las relaciones por las cuales la vida y la forma se unen para que el propósito divino pueda manifestarse. Es ley fundamental de la creación, y rige cuando se trata de la Vida que anima un sistema solar, el nacimiento de un animal o la germinación de una planta. Sexo es la palabra que utilizamos para describir la relación existente entre esa energía que llamamos vida y el conjunto de unidades de fuerza, mediante las cuales esa energía se expresa y construye una forma. Incluye la actividad que tiene lugar cuándo los pares de opuestos se unen, y por ese medio producen una tercera realidad o resultado que atestigua su relación, entonces otra vida aparece en la forma. Tenemos siempre relación, unificación y nacimiento. Tres palabras que contienen la verdadera significación del sexo.

Los hombres han pervertido la verdad y se ha perdido su verdadera significación. En la actualidad sexo significa satisfacer el deseo masculino por el placer sensual y mitigar el apetito físico mediante la perversión del aspecto femenino de ese deseo y apetito. Dicha relación no da los resultados esperados, sino que conduce a un momentáneo segundo de satisfacción, y todo ello está confinado a la naturaleza animal y al plano físico. 

Sin embargo, no solamente se considera responsable del problema actual al aspecto masculino, al decir que el hombre utiliza a la mujer para su placer. No puede ser así, porque todo ser humano es cíclicamente hombre o mujer, y los hombres de hoy han sido mujeres en vidas anteriores. No existe sexo, según lo entendemos, en lo que concierne al alma; sólo existe el sexo en la vida de las formas. Únicamente en el proceso de diferenciación, a fin de pasar experiencias, el encarnante hombre espiritual ocupa primero un cuerpo masculino y luego uno femenino, redondeando así los aspectos positivo y negativo de la vida de las formas. Toda la raza es culpable y debe estar activa en el proceso de crear las correctas condiciones y poner orden en el caos actual. 

De allí que en cada vida no sólo se recapitulan las experiencias anteriores sino que se reasumen antiguas obligaciones, se restablecen antiguas relaciones, se tiene la oportunidad de saldar antiguas deudas; la posibilidad de retribuir y no progresar, despertar cualidades hondamente arraigadas, reconocer antiguas amistades y enemistadas, solucionar detestables injusticias y explicar lo que condiciona al hombre y hace que sea lo que es. Tal es la ley que ahora reclama un reconocimiento universal y que, cuando sea comprendida por las personas inteligentes, ayudará a resolver los problemas del sexo y del matrimonio.